lunes, 29 de junio de 2009

PEDRO I DE CASTILLA EN LA LITERATURA.

PEDRO I DE CASTILLA EN LA LITERATURA.

Don Alberto Castilla
Profesor Emerito en Mount Holyoke College. Massachussets. EE.UU.


Presenta la historia de tiempo en tiempo ciertos periodos y figuras envueltos en oscuras y misteriosas sombras que tanto se prestan a las teorías de historiadores y sociólogos como a la meditación del filósofo o la fantasía del poeta.

Acaso no se encuentre otra época en la historia de España que más partícipes de estas características, que la de D. Pedro de Castilla, un personaje a caballo entre la historia y la leyenda, pintado por unos como uno de los mejores soberanos de su tiempo, protector de los oprimidos, aunque severo y riguroso con los nobles turbulentos, desaforados y ambiciosos.

Atento siempre, en la doblegación fuerza y poderío reyes, de justiciero, siempre alerta, y dispuesto a entender las quejas de los ataviados y retratados por otros como uno de los reyes más feroces, crueles, lascivos y depravados de la historia, una deformación que encuentra su origen en aquellas crónicas de Don Pedro, de Pero López de Ayala, la historia escrita por los vencedores que fue quien le vio en una luz absolutamente negativa, no así el caso de la historia literaria, mayormente obras teatrales en cuyos textos el rey D. Pedro generalmente tratado con simpatía, admiración y con mucho respeto, perceptible también en la cultura popular como refleja la letrilla, unos dicen que fue malo, y los más que justiciero, un rey no es cruel si nace en los tiempos que debe serlo, y la verdad es que los tiempos no pudieran ser peores para el último rey legítimo de castilla inmerso en un escenario de guerras civiles y debiendo enfrentarse a sus hermanas, tras que ambicionaban la corona a la aristocracia y aún a la misma iglesia, entre los dramaturgos del siglo de oro, que en sus dramas tienen al rey D. Pedro como personaje principal cabe destacar a Lope de Vega, quien mostró especial predilección por este personaje, y quien en sus comedias como: El rey D. Pedro en Madrid, Vivencias del rey D. Pedro, La carbonera, La niña de plata, Lo cierto por lo dudoso, Premio del buen hablar, y el Infanzón de Yescas, trata la figura histórica de Don Pedro, como un monarca popular y trágico a favor del pueblo frente a los magnates, poderoso rey, tolerante con las 3 culturas bien relacionada con moros y judíos.

Ya en el siglo XIX José Zorrilla escribió unos de los mejores dramas dedicado a Don Pedro El Zapatero y el rey de propósito claramente vindicativo, y en la que el figura del monarca aparece tanto como rey autoritario, como sensible y protector de los pobres y desprotegidos y determinado a acabar con la corrupción de la justicia de su época, y ya en nuestro tiempo habría que reseñar, el drama baraja del rey Don Pedro, una verdadera obra maestra original del escritor y catedrático de la filología clásica, Agustín García Calvo, drenada con gran éxito en 1999 en el teatro de la abadía de Madrid, obra en la cual en un lenguaje culto y literario de gran belleza formal y de tratamiento intensamente dramático García Calvo, rememora la vida y muerte de D. Pedro.

Voy a centrarme ahora con mayor intensidad en una obra de teatro que retrata maravillosamente, la figura de D. Pedro, desde un punto de vista artístico y literario, me refiero a la titulada MARIA DE PADILLA, el autor Almeriense Francisco Villa espesa, uno de los poetas más deslumbrantes y señores del movimiento modernista de principios del siglo XX, estrenada en Madrid en 1913 con éxito resonante por compañía de Maria Guerrero, y siendo sus intérpretes Fernando Díaz de Mendoza en Don Pedro y la propia Guerrero en María de Padilla, la acción transcurre los dos primeros actos en Sevilla, en un patio del entonces nuevo Alcázar real, residencia de D. Pedro y el acto 3º en el castillo de Medina del campo en una galería de amplios arcos que conducen a las almenas.

La trama de la obra es el abandono de Blanca de Borbón forzado D. Pedro a contraer matrimonio con ella por razones de estado, para seguir a su favorita y más tarde su esposa en matrimonio secreto Maria de Padilla, echo que provocara una conspiración encabezada por Alburquerque, el cual de este modo la justifica.

Francia nos dará su apoyo, Aragón nos presta aliento y Portugal y Navarra y hasta el Pontífice a puesto señores en entre dicho la Corona de D. Pedro, si no deja a la Padilla y pacífica estos reinos uniéndose a Doña Blanca su regia esposa de nuevo, los conjurados entre los que se encuentra López de Ayala, La cerda, Ruiz de Castro y Fernández de Toro, logran trasladar a María de Padilla a Medina del campo para forzarla a procesar en un convento, hasta llega D. Pedro con sus huestes, para conseguir liberarla y sofocar la rebelión, con la consiguiente caída de Alburquerque.

Retrata en esta obra Villa espesa un D. Pedro investido de grandes virtudes, valiente, osado, a veces furioso e impaciente, apasionado y justiciero, siempre dispuesto a la acción aguerrida y valiente, con el furor de los leones más no el instinto del chacal y siempre atento a reprimir las amenazas a la unidad del reino, porque el autor Villa espesa en el transcurso de la acción justifica su proceder y conducta por hallarse rodeado por los intereses y ambiciosos de unos nobles que urdían contra él, contra el trono, conspiraciones secretas y rebeliones declaradas.

Teatro en verso, teatro poético, teatro posromántico, e imitación y prolongación del teatro del siglo de oro, con recursos y efectos modernistas de gran fluidez verbal de belleza cromática y de intenso lingüismo dramático.

A lo largo de la lectura de ésta obra puede percibirse una época en la que todavía no imperaba la imagen lo que contaba el gesto y la palabra, el arte teatral, como escuela de buena oratoria, y de buen decir, se nota que a su autor el arte dramático era algo más que un juego que era el placer de usar bien las palabras, dominar el lenguaje de hablar bien.

Pero el gran tema de la obra es sin duda el amor intenso, apasionado de la pareja, D. Pedro y María de Padilla, tratado con una visión romántica, casi a la manera de un Romeo y Julieta, como podemos ver en estos fragmentos del primer acto entre ambos personajes, los versos de D. Pedro, incluyen referencias a las guerras civiles y a las ambiciones, conjuras y traiciones venganzas que le acosaron durante su reinado. Por fin que puedo reposar entre tus brazos como un niño, en el regazo maternal, como el que torna un combate ensangrentado, que su hogar se arranca el férreo corselete, el casco, el peto, el espaldar a tu presencia me despojo de todo anhelo terrenal, para poder libre de trabas el aire puro respirar, que la traición como una sombra sigue mis pasos sin cesar, que el odio azuza sus mastines, mientras afila su puñal que el crimen puede nuestra copa con su veneno emponzoñar, que la venganza nos acecha en la nocturna oscuridad, acurrucada en los tapices de nuestra cámara real, nada me importa mientras pueda en tus pupilas contemplar, todos los sueños de la vida como un desfile triunfal de áureas y galeras victoriosas sobre la gloria azul del mar, amor, amor, toca mis venas, quieren romperse y estallar para envolverte con tu sangre en una clamida imperial.

FRAGMENTO A LOS QUE RESPONDE MARIA DE PADILLA

Con bellísimos versos dando fe de su absoluta entrega e irrenunciable amor por D. Pedro.

“Veo mi amor en tus palabras una embriaguez determinada mis pies no tocan en la tierra, mi alma y mi cuerpo se me van, cual sin sus ráfagas bravías me arrebatase el huracán como paga tanta ternura, como mi amor , tu amor, pagar quisiera ser entre tus labios como las mieles de un panal, sobre la copa de tus manos, agua más claras que el cristal, bajo tus pies hierba olorosa, para poderte perfumar, tuya, tuya, siempre tuya, vivir tan juntos, como están los labios de una misma boca, las perlas de un mismo collar, y ser tu sombra por la vida tras tu cuerpo caminar, y cuando duermas bajo tierra en el sepulcro, vigilar tu sueño último, sobre tu piedra tubular, el índice puesto en labio bañada en lágrimas la faz como si fuese la callada imagen de la eternidad”.

Y el drama concluye con los versos finales de D. Pedro tras liberar a María de Padilla, único amor constante y verdadero de su vida, y vos mi único amor, vos que habéis sido la sola voz, que generosa y buena que en mi perpetua soledad e oídos la única sombra tierna y cariñosa que endulzó con sus mieles, mis pesares de mi mano, venid a ser mi esposa, de rodillas al pie de los altares, la luz del sol, alumbra refulgentes para que todos miren como brilla la gloriosa corona de Castilla, en la gloria inmortal del vuestra frente.

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