jueves, 4 de febrero de 2010

Pedro I de Castilla. Un enigma historiográfico III

Pedro I de Castilla. Un enigma historiográfico III
Datos y lagunas en torno al destino de los restos del rey Pedro I

Covadonga VALDALISO CASANOVA

III – Las fuentes narrativas: la importancia de la crónica de Ayala.

Por encima de todas las fuentes, de cualquier tipo, se coloca la crónica que Pedro López de Ayala dedicara al reinado de don Pedro de Castilla[1]. Todo estudio sobre Pedro I o sobre su reinado ha de partir necesariamente de la crónica; al mismo tiempo, el estudioso de Pedro I acabará siempre posicionándose respecto a la crónica, negando su veracidad o defendiéndola. El escrito se contagia, lógicamente, de la principal característica de su materia. En otras palabras, al igual que a don Pedro, resulta difícil no juzgarla. Pero es innegable que el texto de Ayala tiene muchos puntos a su favor. En primer lugar, se trata de la crónica oficial, la más cercana a los hechos, la más completa y compleja, la más amplia y detallada. Además, constituye el testimonio de un testigo presencial, pues el autor estuvo muy cerca de Pedro I hasta 1366, y contó con el testimonio de los personajes más destacados del momento. Debió tener acceso, también, a mucha documentación hoy perdida. En suma, Ayala disponía de toda la información necesaria para relatar el reinado. Su escrito se presenta como veraz y objetivo, no se contradice – en su mayor parte – con la documentación conservada, y sirve para completar las muchas lagunas que ésta nos deja.

Pese a todo lo dicho, es el de Ayala un texto muy polémico, que tiene en su contra el hecho de haber sido escrito por mandato de los Trastámara[2], lo que hace que debamos considerarlo inscrito en un programa legitimador. Se presenta, además, en su conjunto, como un intento de justificar el regicidio, acusando sutilmente a Pedro I de una serie de actos que marcaron su destino. Las circunstancias personales de Ayala, que traicionó a don Pedro para pasar al bando de Enrique, llevan a que el escrito se contemple como una justificación también de su propia conducta. Y, por último, no ha de dejar de tenerse en cuenta que la crónica fue criticada desde el momento en que se escribió. Todo ello nos lleva a afirmar que este controvertido texto es más verídico que veraz; esto es, que se pretende veraz pero no lo es, pues aporta una versión posible pero no siempre admisible de los hechos; ni mucho menos única[3].

Junto a la crónica de Ayala debe colocarse un escrito un tanto misterioso, que viene siendo conocido como la “Crónica perdida”. Atribuida a Juan de Castro o Castromocho, obispo de Jaén durante el reinado de Pedro I, y después de Palencia[4], constituiría la versión petrista del reinado, escrita en contestación a la de Ayala. Encontramos diferentes testimonios de su existencia en varios textos del siglo XV, pero todo hace pensar que en su día hubo pocas copias, y que aparentemente ninguna se ha conservado[5]. A continuación se colocarían las crónicas del siglo XV, más alejadas de los hechos pero válidas en la medida en que pueden haberse basado en fuentes hoy perdidas. Es el caso, por ejemplo, de la “Crónica de Pero Niño, conde de Buelna” de Gutierre Díaz de Games, quien dice basarse para esta época en un texto del abuelo de Pero Niño, coetáneo a los hechos. Más problemas presentan dos escritos que ofrecen versiones semejantes de los hechos y diferentes a la de Ayala: el “Sumario de los Reyes de España” o “Crónica del Despensero de la reina doña Leonor”, y la anónima continuación de la “Estoria del Fecho de los Godos” o “Cuarta Crónica General”. En ambos casos los autores parecen estar siguiendo un texto que podría identificarse con la “Crónica perdida”. Algo similar ocurre con las “Bienandanzas e fortunas” de Lope García de Salazar.

Queda por hablar de las crónicas extranjeras coetáneas. La de Pedro IV de Aragón es relativamente fiable pero marcadamente antipetrista. Lo mismo puede decirse de algunos historiadores que se ocuparon del papado, y en cierto modo también de los cronistas de la Guerra de los Cien Años, como Froissart o el Heraldo Chandos[6]. Además, su cotejo muestra que en ocasiones ofrecen versiones muy dispares. Lugar aparte merece la obra del cronista portugués Fernão Lopes, que escribió hacia el primer tercio del siglo XV las crónicas de todos los monarcas de Portugal hasta Juan I, de las que tan solo se conservan la de este último y las de Pedro I y Fernando I. Aunque al tratar asuntos castellanos Lopes utiliza como fuente principal a Ayala, en numerosas ocasiones recurre a otros autores, y también a documentos hoy perdidos. Los numerosos estudios que se han dedicado a este cronista revelan que es una fuente de gran fiabilidad.



[1] De las varias ediciones que existen, dos son hoy en día las más consultadas: la edición de Eugenio Llaguno (publicada en Crónicas de los reyes de Castilla desde D. Alfonso el Sabio hasta los reyes D. Fernando y Doña Isabel, Biblioteca de Autores Españoles, Madrid, Ediciones Atlas, 1953) y la edición crítica (Pedro López de Ayala, Crónica del Rey Don Pedro y delRrey Don Enrique, su hermano, hijos del rey don Alfonso Onceno, ed. G. Orduña y J.L. Moure, 2 vols., Buenos Aires, SECRIT, 1994-1997).

[2] Resulta bastante difícil datar la crónica, pues existen dos versiones de la misma, y además, aunque algunos testimonios afirman que fue escrita por mandato de Enrique II, el propio texto indica en numerosas ocasiones que reinaba Enrique III en el momento de su redacción. La extensión y complejidad del escrito, unidas a la probabilidad de que pasase por varios estados de redacción, nos llevan a suponer que la versión que hoy manejamos debería situarse en torno al 1400.

[3] No queremos extendernos en este tema, pues nos alejaríamos de los objetivos del presente trabajo. Nuestra intención es subrayar dos hechos clave: la crónica de Ayala es la principal fuente para el estudio del reinado porque es la más extensa y detallada; pero también es problemática, porque sin faltar a la verdad puede aportar una versión no del todo aceptable, obedeciendo a los muchos condicionantes que rodearon su redacción. Este hecho queda de manifiesto en algunos – muy pocos – episodios: aquellos para los que existe documentación con la que cotejar la crónica.

[4] Sobre este personaje véase Gregorio de Andrés, “Relación de la vida del rey D. Pedro y sudescendencia que es el linaje de los Castilla por Pedro Gracia Dei. Introducción y edición”, Cuadernos para la Investigación de la Literatura Hispánica 18 (1993), pp. 233-252.

[5] A lo largo del siglo XVI la crónica de Juan de Castro suscitó el interés de personajes destacados, como Fernando el Católico o Felipe II, que intentaron sin éxito acceder al escrito. El historiador Jerónimo Zurita, mientras recopilaba información para los Anales de la Corona de Aragón, mantuvo una intensa discusión sobre el texto con un descendiente de Pedro I por vía ilegítima, don Diego de Castilla. Este linaje se había beneficiado a lo largo del siglo XV de los favores de la monarquía tras el llamado “entronque dinástico”: con el enlace entre Enrique III y Catalina de Lancáster, nietos él de Enrique II y ella de Pedro I, las dos dinastías se unieron haciendo que en adelante los reyes fuesen sucesores simultáneamente de ambos monarcas. La política seguida a partir de ese momento respecto a la imagen de Pedro I cambió, iniciándose un proceso de rehabilitación de su memoria impulsado por Catalina, y continuado por Isabel la Católica y, posteriormente, Felipe II. En lo que respecta a sus vástagos ilegítimos, Catalina de Lancáster intensificó, tras establecerse en Castilla, los contactos con los hijos que don Pedro tuviera con diversas mujeres, a los que consideraba sus tíos. Véanse sobre ello Mª Eugenia González de Fauve, Isabel de las Heras y Pilar de Forteza, “Los cargos eclesiásticos y religiosos como estrategia de recuperación del poder de los descendientes de Pedro I de Castilla”, En la España Medieval 24 (2001), pp. 239-257, y “Simbología del poder en un linaje castellano: los descendientes de Pedro I excluidos de la línea sucesoria”, Cuadernos de Historia de España 78 (2003-2004), pp. 47-66. A estos Castilla se atribuyen la falsificación del testamento y la redacción de un escrito atribuido a Gratia Dei – rey de armas de los Reyes Católicos – que pretende transcribir parte de la crónica perdida (publicado por Gregorio de Andrés, “Relación de la vida del rey D. Pedro y su descendencia que es el linaje de los Castilla por Pedro Gracia Dei. Texto”, Cuadernos para la Investigación de la Literatura Hispánica 19 (1994), pp. 207-249).

[6] Un completo repaso de las fuentes narrativas en Juan Bautista Sitges, Las mujeres del rey don Pedro, pp. 6-46.