viernes, 26 de diciembre de 2008

PEDRO I DE CASTILLA ¿ENTERRADO EN EXTREMADURA?

Lo que en Madrid puede ser noticia, no lo es ya, en este pueblecito de la Siberia Extremeña, Casas de Don Pedro ¡qué coincidencia! ¿Verdad? ¿O no es coincidencia? Ha corrido la voz que de Don Pedro I de Castilla, llamados por unos, el Cruel, por otros el Justiciero, puede estar enterrado en la iglesia parroquial, y ha hecho suya la idea. Hemos ido una tarde, cuando ya el otoño vuelca todo su oro barroco sobre los encinares, al pueblo. Con cartas que abren puertas, de Don José María de Areilza para el cura, Don Jesús. Entró, y sin conocerlo, lo conozco. “Casas de Don Pedro, -me había comentado el Conde de Métrico-, es un poblado de la Siberia Extremeña, bien comunicado por la carretera de Cíjara , que se levanta cerca del cauce del río Guadiana, ensanchado por los pantanos y convertido en inmenso lago. Tiene unas cuantas calles y plazas, con edificios de dos plantas, algunas casas antiguas emblasonadas, y una curiosa iglesia parroquial. La parroquia tiene en el exterior el aspecto de un castillo, con cuatro cilíndricas torres en sus flancos, y un campanario almenado de traza y fabrica gótico-mudéjar, correspondiente al siglo XVI. Pudo muy bien, ser residencia y recinto fortificado o cazadero real. Bajo las casas contiguas corren subterráneos importantes, mal localizados, pero que sin duda podrían confirmar la impresión de que a ese nivel inferior, existían graneros o galerias de refugios que tenían su origen en el antiguo castillo.

Las investigaciones del Conde de Métrico.

Hace algún tiempo, en el diario Extremadura, encontré una noticia que me puso sobre la pista. Don José María de Areilza, en uno de sus viajes extremeños, me había apuntado la idea que don Pedro, pudiera estar enterrado en un pueblo de la Siberia Extremeña. Le pedí una entrevista. La concertamos en su casa de Madrid. Y con su acostumbrada cordialidad, que hace grata la conversación con él, el conde de Métrico me contó el motivo de su interés por el tema.
- Extraña mucho que manifieste mi reiterado interés por la figura del Rey Don Pedro de Castilla, al que dediqué en la páginas de ABC de 4 de marzo de 1973, un artículo en el que hablaba de itinerario que siguieron los restos mortales hasta acabar en la Catedral de Sevilla. Señalé también mi duda sobre el paradero de estos restos, por haber bastantes puntos oscuros en la secuencia relatada. Creo que esto es interesante para los aficionados de la historia, en general. A mi me gusta conocer los rincones de España que son infinitos y varios, para situar sobre ellos, imaginativamente a los personajes que los poblaron, añadiendo con la silueta humana, un aliciente sustancial a la geografía y el paisaje. De Don Pedro, me llamo siempre la atención lo singular y discutido de su figura, tétrica y siniestra según los detractores, justiciera y valiente según los panegiristas. Del copioso correo que recibí al publicar mi relato, deduzco que la polémica sigue vigente al cabo de quinientos años, ya que pedristas –o “pergileros”- y antepedristas me expusieron, apasionadamente, sus opiniones. Es difícil, siempre, juzgar a los demás, y con la distancia, esa dificultad se acentúa por tener que referirnos exclusivamente, a cotejar las opiniones de historiadores y cronistas lejanos. ¿Fue Don Pedro, cruel, o justiciero?... O ¿fue quizás, ambas cosas a la vez?
- Sr. Areilza, : ¿Hay, en su familia, antiguos vínculos con los monarcas castellanos?
- Sí, los hay, con Alfonso XI y con Pedro I. un hombre de mi apellido fue tesorero mayor del vencedor del Salado. Otro del mismo linaje, aposentó en su casa de Burgos a Don Pedro y a su favorito. Juan Alfonso de Alburquerque, a raíz de su primera visita a la capital de Castilla. Un tercero; Sancho Martínez de Areilza, era el dueño de la casa en que moraba en Bilbao, en la Plaza Vieja, y desde sus balcones defenestro en 1358 al último Señor de Vizcaya, Don Juan Núñez de Lara, diciendo a los asombrados bilbaínos: “Catad ahí a vuestro señor que vos demandaba”. Tengo, pues, mi parcela de curiosidad atávica por el destino del excepcional personaje.
- ¿A que puntos oscuros se refería Vd. En su artículo del 4 de marzo?
- Por ejemplo, a lo sucedido en Montiel después del asesinato. Por ejemplo, ¿Dónde estuvo el cuerpo de Don Pedro desde su muerte, hasta el 1447, fecha en que documentalmente se sabe que doña Constanza, su nieta por la linea de doña Juana de Castro, abadesa de Santo Domingo el Real de Madrid, reclama el cadáver y se lo lleva a enterrar desde la Puebla de Alcocer, hasta su convento madrileño. Hay quien sostiene que don Pedro fue decapitado por Trastamara y que su cabeza fue llevada en una pica, para mostrarla a los castillos y villas que aun le guardaban fidelidad después de Montiel, consiguiendo su rápido sometimiento. Otros aseguran que su cuerpo fue depositado en una caja abierta en las almenas de la fortaleza de Montiel, hasta que los buitres acabaron con él.

La Aventura de Teodosio Morelo
Un día el conde de Métrico recibió una llamada telefónica desde provincias: “Usted no me conoce –le dijo una voz fuerte y excitada- pero si tiene interés en saber algo más sobre la tumba del rey Don Pedro, yo le puedo contar cosas que considero enteramente inéditas y personales”

-- Confieso que me quede a la vez, perplejo y sorprendido, pero había tal convicción en el tono del que me hablaba, que le invité a venir a Madrid. Era extremeño locuaz y bien parecido – quien había hecho la llamada - ; simpático y culto, de una notable sensibilidad artística y pintor de afición.. me hizo un relato de un episodio de su adolescencia, que le voy a contar a Vd en lo esencial. A sus quince años, la guerra le sorprendió en la zona republicana y fue movilizado en un batallón de fortificaciones donde actuaba como listero. Un buen día, fue con su batallón al pueblo de Casas de Don Pedro, acomodándose en el interior de una iglesia, convertida en almacén de intendencia. Con un hermano, también adolescente, dormía en el templo, donde hacía guardia del deposito. Oyeron pasos y ruidos reiteradas veces, por las noches, y llamaron a los soldados para ver que pasaba. Decidieron realizar un registro general. Una losa, labrada con inscripción ininteligible, se hallaba en el suelo. La levantaron, y aparecieron unos escalones, negros de humedad y musgo que se perdían en la oscuridad. Teodosio Morelo – es el nombre del extremeño-, pidió una antorcha para bajar a explorar la fosa. Al final de las escaleras había una bóveda, y en ella dos ataúdes viejísimos. El mozo, vio sobre uno de ellos una pequeña corona semental y una espada. En el borde del féretro, había una inscripción que decía, sencillamente.”El rey Don Pedro”. Abrió el muchacho con la punta de la espada la tapa del ataúd. Acercando la antorcha, vio una momia envuelta en un hábito o sayal. El otro ataúd también tenía una inscripción. Un nombre de mujer que no recordaba. Arriba los soldados se impacientaban. “¿Qué hay?”...-preguntaron los milicianos- “nada” – contestó desde abajo el chaval- “dos muertos” … “entonces sube”. Hasta aquí el relato, en su desnuda veracidad. Aún dentro del dramatismo de la escena, ¿qué importancia tenía aquello con el cotidiano espectáculo de la guerra, de la revolución, de las matanzas, de las destrucciones?.

Teodosio Morelo, le confesó a Areilza que este episodio había quedado dormido en su memoria hasta que al conjuro de su artículo de ABC, se encendió en su archivo de recuerdos de mocedad, como una luz, y decidió contárselo.

-- Y yo se los agradecí de veras.

Don José María de Areilza, se fue, en compañía de Morelo, a Casas de Don Pedro. Se levantaron los adoquines, se descubrió una losa pero no había nada. Pero ante la incertidumbre debajo de ella, de localización exacta al cabo de tantos años, y la dificultad de efectuar investigaciones más profundas, se quedó aquello a medio camino.
¿Mintieron los cronistas que cuentan el primer traslado de los restos del rey, desde el castillo de Montiel, a Puebla de Alcocer? La explicación hasta aquí puede ser válida, si se piensa que Casas de Don Pedro, era, juridiscionalmente, parte del término de la Puebla en el siglo XIV. El cuerpo del monarca fue trasladado en efecto a la Puebla, es decir, a las Casas, que era uno de los barrios, al otro lado del Guadiana. Puede que hasta incluso, la iglesia se convirtiera entonces en Panteón Regio. No olvidemos que el exterior tiene aspecto de castillo. Pero ¿y el traslado ulterior a Santo Domingo el Real de Madrid? De este traslado, hecho por la nieta del monarca, existe documentación escrita. ¿O fue acaso, pura ficción para proteger los restos de don Pedro odiado por los Trastamara hasta el crimen, dejándolo escondido en su sepultura de Casas y quedando solamente algunas gentes en el secreto? Otras tantas preguntas quedan en el aire, sin contestación: en la parroquia, existía un retablo soberbio, que fue destruido bárbaramente y del que no existen sino versiones fotográficas, en Badajoz, que nos revelan su elegancia y su belleza. Parece chocante que una obra de tal importancia, tuviera como destino el altar mayor de una modestísima parroquia extremeña. ¿Había un críptico conocimiento de que en este iglesia se hallaba enterrado un rey? ¿Fue este el motivo de que el retablo fuera a parar a Casas, cuyo solo nombre evoca el recuerdo del último rey legitimo de Castilla? ¡Conjeturas!

- Don José María: ¿Merecería la pena explorar el subsuelo de la parroquia de Casas de Don Pedro, al que seguramente se puede llegar, desde fuera, por algunos de los subterráneos que sirvieron de graneros y refugios, próximos al templo?
- Personalmente, yo creo en el testimonio del protagonista que vivió la extraordinaria aventura en 1936. y opino que la localización de la tumba del último rey legitimo de Castilla, sería un empeño arqueológico-histórico, muy interesante. Sin perjuicio de que, si se confirma la hipótesis, el pequeño y delicioso lugar extremeño, se convertiría en otro foco de atracción para visitantes y turistas, entre los muchos que ya ofrece la incomparable Extremadura. Sí, creo que merece la pena.

La voz, se ha corrido por el pueblo. “¡Aquí está enterrado don Pedro I de Castilla, nada menos! – me han dicho al llegar allí- un hombre de personalidad que no necesita panegíricos, se ha interesado por el tema. ¿Están, o no, los restos del rey castellano es este pueblecito de la Liberia Extremeña? La pista existe. Tal vez las entidades a quienes pueden interesar, se decidan a seguirla. ¡Quien sabe! Todo es posible en Extremadura. Don José María de Areilza, opina que sí.


Isabel Montejano Montero
Diario HOY, 10 Noviembre 1973

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